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Iba a titular esta entrada «Cómo especializarse en traducción médica», pero me parecía un tanto engañoso, ya que yo lo que puedo contaros es cómo yo me especialicé en este tema. Es mi camino; y si hay algo que tiene la traducción es que no hay uno para todos, sino que cada uno tenemos el nuestro particular. Hay gente que se hace autónoma directamente, otres trabajan en agencias; hay quien se dedica a trabajos relacionados (o no) con los idiomas; y todo esto puede ser en tu país de origen o en el extranjero. En traducción, para gustos, los colores.

Mi camino podríamos decir que ha sido bastante heterogéneo. Como muestra, un botón: al poco de terminar la carrera, trabajé en un centro de atención al cliente de una gran institución financiera. La sede estaba en Inglaterra, pero mi departamento era el de francés. No duré mucho, porque una gran oportunidad se presentó en mi camino, pero eso es otra historia y me estoy desviando del tema.

Al año y medio de terminar la carrera encontré una oferta de prácticas de traducción (¡remuneradas!) en la India. Envié mi currículo, hice una entrevista, preparé mi petate y para allá que me fui. Esta agencia se dedica, en particular, a la traducción farmacéutica. Menos mal que eran unas prácticas y el jefe entendería que mis conocimientos del tema eran limitados.

Recuerdo perfectamente mi primer encargo, que recibí incluso antes de llegar al país: una ficha de datos de seguridad. Si no estáis familiarizados con este ámbito, probablemente esto os suene a chino (a no ser que habléis chino), como a mí en su momento. Como guinda del pastel, no solo se escapaba a mi formación, sino que encima me cogí una gripe del quince y tuve que hacer el trabajo con fiebre. Jackpot.

Una vez en la India, los encargos eran variados. Algunos, los menos, eran de otros ámbitos, pero la mayoría estaban relacionados, de un modo u otro, con la medicina. Durante año y medio traduje prospectos, ensayos clínicos (con la inestimable ayuda del manual de Pablo Mugüerza) o solicitudes de autorización de comercialización de productos farmacéuticos para países hispanohablantes, entre muchas otras cosas.

A traducir se aprende traduciendo. Si eres del gremio, habrás escuchado esta frase cientos de veces. Pero después de ese año y medio, sentía que me faltaba formación, así que hice un curso de traducción médica con Trágora. La verdad es que me fue bastante bien, porque aprendí mucho y no me resultó excesivamente complicado, gracias a la experiencia que llevaba «puesta».

Desde entonces han pasado unos cuantos años en los que he trabajado sobre todo de otras cosas, pero, ahora que soy autónoma, he vuelto al redil. Encontrar clientes de esta especialidad no ha sido fácil, pero poco a poco voy recibiendo cada vez más encargos del ámbito médico. Por supuesto, sigo aprendiendo. Aprendiendo con cada traducción que hago, pero también leyendo textos como el Harrison, el manual de Claros Díaz, las entradas del Libro rojo y muchas otras cositas.

La traducción médico-farmacéutica es un ámbito extensísimo. Es como cuando en la carrera te metían una asignatura de traducción «científico-técnica». Pues anda que no hay temas ahí. Les que no tenemos formación como sanitaries tenemos que compensar leyendo mucho.

En fin, este ha sido mi camino hacia la traducción médico-farmacéutica. Como veis, no lo busqué yo, sino que me encontró. Y no imagináis lo agradecida que estoy por ello, porque es un mundo apasionante.

¿Y vosotres? ¿Os interesa este campo? ¿Cómo llegasteis a él? ¡Contadme!

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